Como cualquier domingo, los niños salieron a la calle, todos, los amigos de Keily también. Se reunieron en la plaza principal. Sam llego un poco más tarde, con la misma cara que al día anterior, triste, preocupado. Keily le guiño un ojo y le sonrió, aun así, no había manera de levantarle la moral al pobre chico. Se sentaron todos alrededor de Keily, que desde hacia unos días era el centro de atención. La miraban impacientes, todos menos Sam, que se había sentado aparte, y miraba las piedras del suelo.
-¿Que? -dijo Ice-, ¿No tienes nada que contarnos?
-¿Yo? -contesto confusa Keily-, no, creo que no.
-¡Sabemos que saliste del pueblo, tonta! -exclamo Cliff.
-¡Ah! ¡Vale! -dijo entonces-, bueno, solo di un paseo por...
-¡Para! -exclamo Vainilla-, sabemos que fuiste a descubrir algo, cuenta nos lo todo...
Y Keily empezó a contar todo lo que le había pasado aquel día, suceso a suceso, minuto a minuto. Incluso contó de que manera se había peinado y lo bien que le había quedado. Lo que no resulto tan interesante, pero algo es algo. Después de estar charlando y jugando un rato, empezaron a sonar las voces de las madres por el pueblo "¡A comer, Vainilla y Alhelí!" "¡Vamos, Cliff, date prisa! La comida ya esta" "¡Sam Flowerpot como no vengas ahora mismo te castigo un mes!"
-¿Puedo ir contigo? -le pregunto Keily a Sam.
-Si... Supongo... -suspiro el.
Caminaron juntos y, de vez en cuando, Keily hacia comentarios como "¿Crees que me dejaran comer contigo?" y Sam contestaba, seco "No, no creo" y heria en el corazón a Keily, que le entendia perfectamente. Así estuvieron hasta que llegaron a casa de Sam, una casa igual o más grande que la de Keily, con muchas ventanas muy grandes, y una puerta parecida a la de un palacio.
-Es la casa más antigua del pueblo -le explico Sam.
-Que bonita es... -decia Keily.
Entraron, por dentro era más bonita. Con techos altos y puertas gigantes, parecia una mansion, parecia que el pasillo fuera infinito, y estaba muy iluminado, con grandes ventanales que dejaban entrar al sol. Entraron en la cocina, esta vez, no estaba la señora Flowerpot cocinando, como de costumbre, pues estaba reposando en la cama. El padre de Sam había preparado la comida, y cuando vio a Keily, se sobresalto, quizá por la ropa que llevaba ese día, los señores Flowerpot eran muy elegantes, dueños de la pasteleria del pueblo, la pasteleria con las delicias más exquisitas que se pudieran probar. Keily hizo una pequeña inclinacion y saludo cortesmente.
-Buenos días, señor Flowerpot, ese traje le queda estupendamente.
Llevaba un traje de etiqueta de terciopelo verde oscuro, no muy apropiado para cocinar. El pobre señor se tranquilizo un poco más al ver que era una chica educada, y no una desgarbada.
-Os deseo una feliz comida -siguio diciendo Keily- yo me marcho ¡Hasta pronto!
-¡Espera! -la detuvo el padre de Sam-, puedes quedarte a comer si quieres.
-¡Espera! -la detuvo el padre de Sam-, puedes quedarte a comer si quieres.
-Oh, no se moleste, señor...
-Tranquila, he hecho guisado de sobra.
Y así, se sentaron los tres, y degustaron el guiso que el señor, con mucha delicadeza, había preparado. De vez en cuando, Keily miraba a Sam con ojos tiernos, lo que a Sam le hacia muy feliz. Por que en esos momentos necesitaba a Keily mas que a nada en el mundo. Ella era su farol, le hacia feliz y con ella todo era perfecto, eran tal para cual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario