lunes, 26 de abril de 2010

Entrenar a Nube-Capitulo 11

A Keily no le esperaba un día tranquilo, la señorita Roberta se había ofrecido para ayudarla a domar a Nubecita, su Pegaso. Era un caballo alado joven y todavía juguetón, le gustaba dar piruetas en el aire y parecía no escuchar las ordenes que le daban. Keily estaba desesperada, por mucho que lo intentara... No conseguía que Nube le hiciera caso. La señorita Roberta F.D.L, que era una autentica experta, cabalgaba en el aire perfecta mente sobre Nubecita, pero Keily no conseguía domar lo. La expresión de Nube era de un buen caballo, que obedece y posee un gran poder. Pero cuando Keily se montaba parecía perder esa expresión. Keily se había hartado ya de montar.
-Señorita Roberta -dijo-, muchas gracias, pero creo que me rindo ¿Puedo cambiar mi Pegaso? Igual otro es más manso y me obedece.
-Lo siento mucho, Keily -respondió decepcionada Roberta-, pero los caballos alados no se pueden cambiar así como así, usted firmo un contrato, ahora no puede renunciar. Lo que si puedes hacer... Toma este látigo -le dijo a Keily entregándole un látigo con aspecto siniestro-, si Nubecita no obedece, da le con el sin piedad. Los caballos aprenden así.
A Keily le pareció una idea horrible, pero si tenia que pegar al pobre Pegaso para lograr que le obedeciera, lo haría. La Señorita Roberta Flor de Lis se marcho tranquila a su tienda. Keily se monto, no quería darle con ese látigo a Nube, pero tenia que hacerlo. Empezaron a planear por el cielo, todo iba bien, hasta que Nubecita cambio de dirección y empezó a dar volteretas, Keily le pegaba, le daba latigazos dolorosos y Nubecita se quejaba, hasta parecía que lloraba, el pobre. Keily paro ¿Que estaba haciendo? Estaba agrediendo al pobre animal, y ese no era su "estilo" de doma. Nubecita descendió y se poso en el suelo dejando que Keily se bajara, la miro con des confianza, Keily se acerco, le acaricio una herida que tenia a causa del látigo, la herida desapareció, le había curado con solo tocarlo. Keily abrazo a Nubecita, pobre, le había hecho mucho daño, no se lo merecía.
-¿Me harás caso a partir de ahora, Nubecita? -le preguntó.
Nubecita alzó la cabeza y luego la bajo, haciendo el gesto de "si".

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